Poco a poco estamos volviendo a nuestros quehaceres diarios, nuestro trabajo cotidiano, desplazamiento al trabajo, ir al supermercado para la cesta diaria, tareas domésticas y un lago etc que ahora ya deben encajar en horarios menos flexibles y amplios. Es decir, la rutina que se desvaneció con la llegada del COVID-19.
Con el estado de Alarma decretado, no solo cambió nuestra forma de ver y vivir las cosas, si no que nos dimos cuenta de la necesidad de valorar otras. Pero ahora toca volver al día a día, recuperar el control de la situación y de priorizar las tareas laborales, sociales y familiares.
¿Qué pasa pues con nuestros hijos, en concreto con los hijos en etapa adolescente?, quizá, olvidados por el sistema, no eran lo suficientemente pequeños como para salir a jugar con un progenitor, ni tampoco lo suficientemente mayores como para salir solos…
Ahora nos encontramos con un cambio en su vida rutinaria, sin horarios, sin perspectivas, en una edad, donde son felices y se sienten cómodos en su propio entorno, su “burbuja”. La mayoría han estado cómodos en su habitación, en su hábitat, no han tenido necesidad de salir a “jugar” fuera de su habitáculo, no han tenido necesidad de una interrelación social con sus iguales o con otras personas. En definitiva, su mundo era su espacio y su espacio era su habitación.
Ahora les toca volver a socializar, pero no lo ven tan necesario, no quieren no quieren salir, los videojuegos, el teléfono móvil, Tablet, etc.. ha sido y es suficiente para su inter-relación. Han descubierto en su día a día que no necesitan más y por ende, todos sus “contactos” que no es necesario equipararlos a la definición de “amigos” llevan su mismo ritmo, su misma línea de trabajo, cambiando incluso los biorritmos, les va bien conectarse de noche y permanecer así hasta altas hora, lo que conlleva a no poder levantarse a una temprana, no hay más ganas que la hora de la conexión telemática… ¿Cómo cambiar todo esto?…
No nos vemos con fuerza para entablar una conversación con ellos, ya de por si, la etapa implica poca comunicación, antes no teníamos tiempo para ellos, ahora, en este periodo de Fase de Alarma, lo hemos tenido, afortunadamente, se han encontrado temas en común, juegos para compartir, historia que contar, conocernos de forma más importante, detalles que se nos escapaban con las prisas, en definitiva, hemos compartido, no sólo espacio, sino conocimiento que de otra forma no hubiera sido posible. Pero en otros hogares, no ha existido esa interrelación, no había temas en común, no había “tiempo” para explicar cómo funcionan las nuevas tecnologías a los padres, el simple hecho de entablar conversación derivaba en pelea o disputa por tonterías…
Eso si era posible sacar a nuestro hijo o hija de la habitación, quizá sólo movido por la necesidad nutritiva y que coincidía con las horas de comida o cena.
Una madre me comentaba que sabía que su hijo estaba en casa, porque el paquete de galletas disminuía al igual que la leche de la nevera. Pero le resultaba difícil poder establecer conversación, apenas el diálogo era mayor de dos o tres palabras (incluido el verbo).
Poco a poco fuimos estableciendo normas, de convivencia, de rutina, de permisos, de logros, de límites, conversaciones, opciones, y un largo etc, de trabajo a realizar para recuperar el compartir y convivir con la familia.
Y de nuevo… otro cambio: El verano!!
¿Cómo lo afrontan? ¿Cómo lo estáis viviendo? ¿Tenéis los límites establecidos para éste período?